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“COMPLIANCE”, MÁS ALLÁ DEL CUMPLIMIENTO NORMATIVO

En el entorno empresarial, nuestra conducta profesional no solo ha de basarse en unos principios concretos, sino que además es necesario contar con herramientas que garanticen que siempre actuaremos de una manera íntegra.

Ese es el propósito del Compliance, que no es otra cosa que un conjunto integrado de procedimientos, procesos y buenas prácticas que garantizan que una compañía actúa no sólo conforme a la legislación vigente, sino también de acuerdo a una conducta ética.

No obstante, ¿hemos entendido los directivos todas las dimensiones del Compliance para asumirlas y transmitirlas adecuadamente al resto de personas que también deben comprometerse con ellas? Al parecer, aún queda bastante camino por recorrer, según se desprende de un informe publicado el pasado abril por la consultora LLYC.

Nuestra conducta profesional no sólo ha de basarse en principios concretos, también se necesitan herramientas que garanticen que actuaremos íntegramente

En él se recalca que el 42% de los directivos encuestados afirma que el Compliance no forma parte de la estrategia de negocio de su compañía. En este sentido, cuando de lo que se trata es de potenciar la cultura del cumplimiento en cualquier organización, es fundamental que los órganos directivos sean los primeros en evidenciar su compromiso con el Compliance.

El objetivo es que se pueda extender el modelo de trabajo, fundamentado en valores como la transparencia y la honestidad, a toda la plantilla.

En este contexto, el nuevo estándar ISO 37301 de sistemas de gestión de Compliance, publicado el pasado 13 de abril, puede suponer una oportunidad para espolear la adopción de una cultura del cumplimiento en todo tipo de entidades.

No se trata de una norma obligatoria pero, al ser certificable, su obtención acreditará, por parte de un tercero independiente, una actuación conforme a la ley y a una conducta ética que podrá servir de referencia a los órganos reguladores y judiciales.

El 42% de los directivos afirma que el compliance no forma parte de la estrategia de negocio de su compañía

De hecho, una certificación en Compliance reconocida globalmente puede convertirse en una excelente carta de presentación, al acreditar que se dispone de los recursos, procedimientos y procesos para gestionar proyectos adecuadamente.

Si vamos hacia entornos en los que cada vez se da más importancia a negocios fundamentados en valores, no sería muy descabellado afirmar que en un futuro próximo este tipo de documentos sean uno de los aspectos evaluables en los pliegos de concursos públicos y privados.

Otra de las razones que impulsará la adopción de políticas de Compliance durante los próximos meses es la directiva del Parlamento Europeo del 23 de octubre de 2019, que obliga a las empresas con 50 o más trabajadores a poseer canales de denuncias internos para comunicar posibles infracciones dentro de las entidades.

Para muchas compañías, puede ser un primer acercamiento a la cultura del cumplimento, difundiendo entre sus plantillas el mensaje de que todos los empleados tienen la responsabilidad de conocer y cumplir los principios éticos de su organización, así como de informar acerca de cualquier comportamiento indebido que puedan observar a través de los canales puestos a su disposición.

Una certificación internacional de Compliance puede ser una excelente carta de presentación

Se trata de una de las herramientas ya disponible en muchas organizaciones, y que, junto al Código Ético, ayuda a mantener los más altos grados de honestidad para alcanzar una calidad excelente en el trabajo y una reputación como entidades confiables, éticas, transparentes, con principios, valores y respeto hacia los individuos.

En definitiva, nuestra conducta profesional no solo debe basarse en unos principios concretos, sino que también debemos contar con herramientas que garanticen que siempre actuaremos de una manera íntegra.

Así las cosas, aún parece necesario extender entre los directivos una visión holística de la cultura del cumplimiento, para hacerles comprender que va mucho más allá de responder de manera adecuada a los deberes exigidos por la ley.

Porque además de esa finalidad, lo cierto es que el Compliance contribuye a potenciar el comportamiento ético de los miembros de una organización, así como a cumplir compromisos adquiridos de manera voluntaria por los mismos.

Solo al concebirlo desde esta amplia perspectiva, el Compliance podrá trascender y dejar de ser entendido como un gasto necesario para convertirse en una inversión que favorece el crecimiento sostenible y contribuye a mantener una buena reputación, lo cual redunda en la generación de nuevas oportunidades de negocio.

FUENTE: https://www.elespanol.com/invertia/opinion/20210730/compliance-alla-cumplimiento-normativo/600309964_12.html

¿CULTURA DE CUMPLIMIENTO O CULTURA ÉTICA EN LA EMPRESA?

Tras una breve presentación sobre cultura ética en la Pyme, tuvo lugar un debate moderado por María Hernández, socia de Eversheds Sutherland y directora del máster Global Corporate Compliance de IE Law School, con la participación de compliance officers de Elecnor, Iberdrola y GE, en el cual se debatió cómo la gran empresa puede contribuir a la mejora de los planes de cumplimiento en las pequeñas y medianas organizaciones, cuál es el papel del líder y la convergencia entre cumplimiento y responsabilidad social (puede verse en https://m.youtube.com/watch?v=RwzAGuFJCdM&feature=youtu.be). Este evento es una invitación también a una reflexión sobre si debemos perseguir una cultura de cumplimiento o, más bien, una cultura ética.

La actividad corporativa poco ética es, indudablemente, uno de los problemas más significativos a los que se enfrentan las empresas, sus consejos de administración y sus directivos, debido a su potencial impacto negativo en la propia organización, sus empleados y la sociedad en general. Es, asimismo, un problema difícil de resolver.

Desde comienzos de siglo, como reacción a distintos y graves escándalos corporativos en países de nuestro entorno, se ha ido progresivamente promulgando normativa con la ambición de minimizar los riesgos de actividades que perjudiquen a la empresa y a la sociedad. En el año 2010, por ejemplo, se introdujo en nuestro ordenamiento el novedoso concepto de responsabilidad penal de la persona jurídica. Las organizaciones, no obstante, pueden eximirse de responsabilidad criminal si disponen, antes de la comisión de un delito, de modelos eficaces de organización y gestión que incluyan medidas de vigilancia y control. La Fiscalía General del Estado estableció con claridad que esos modelos de organización y gestión no tienen por objeto evitar la sanción penal de la empresa sino promover una verdadera cultura ética empresarial.

Con esta normativa ha nacido un nuevo concepto: la cultura de compliance o de cumplimiento. Fuera de los ámbitos especializados, es considerablemente complejo entender de qué se trata. Parece necesario, no obstante, que todas las empresas, del tamaño que sean, asuman su papel en la sociedad y afronten sus responsabilidades con seriedad esforzándose, no sólo en perseguir la exención de responsabilidad penal, sino en crear ambientes de trabajo más orientados a establecer culturas éticas y a crear una sociedad mejor. Resulta, pues, mucho más interesante plantearse la creación de culturas corporativas basadas en valores que en organizaciones donde se espera sólo el cumplimiento de la norma para evitar la sanción.

La base de una cultura corporativa ética está formada por la existencia de un conjunto de valores éticos fundamentales (recogidos en un código ético) y la presencia continua de liderazgo ético. Descubrir esos valores no es una función exclusiva de la dirección sino un ejercicio co-creativo que debe involucrar a todos en la empresa, en diálogos significativos y continuos entre distintos grupos de interés: el equipo directivo, el consejo de administración, empleados, clientes, inversores, proveedores y miembros de la comunidad, persiguiendo que todo el mundo se dirija hacia una misma dirección. Una cultura corporativa basada en valores contribuye al desarrollo personal y a la evolución de sus miembros, a la prosperidad y potencial impacto social del negocio y constituye una ventaja competitiva para las organizaciones.

Animemos, pues, a nuestras empresas a prepararse para un nuevo entorno y a desarrollar culturas basadas en valores éticos, pragmáticos y emocionales (tales como la empatía, la coherencia y la confianza), con respeto a la dignidad de sus miembros y a la sociedad. Dotémoslas de las herramientas necesarias para garantizar su sostenibilidad en los momentos difíciles a los que se enfrenta la humanidad. Una cultura de cumplimento no puede, por sí sola, resolver los grandes problemas a los que nos enfrentamos, los cuales requieren soluciones desde otros niveles de conciencia, basados en la ética, a los que se llega mediante un diálogo co-creativo entre los distintos grupos de interés arriba mencionados. Todos ellos tienen una visión de qué es lo que la empresa y la sociedad podrían llegar a ser.

Fuente: https://www.expansion.com/juridico/opinion/2021/02/